POEMAS, RESEÑAS DE LIBROS DE POESÍA, TRADUCCIONES, HAIKU.

sábado, 12 de mayo de 2012

MIRADAS

Presentamos MIRADAS, música y poesía sobre obra pictórica de Benjamín Palencia, en las dependencias de la SGAE de Valencia, el 29 de mayo, a las 19:00 horas



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Con la presencia del Cuarteto de Trompas "Alonso Quijano", intérpretes de la obra; Rafael Pascual Vilaplana, compositor de las suites; Valentín Carcelén, autor de los poemas, y Vicente Zarzo, trompista valenciano de reconocido prestigio mundial.
Estos son los ocho poemas:




AUTORRETRATO

Me pregunto quién soy: ya se agitan las ramas
del árbol que no existe y crece contra el tiempo.
El aire que las mueve, breves tardes de otoño,
es el que respiramos las gentes de mi pueblo.

Yo miro fijamente los ojos que me miran;
más dice una mirada que el mejor de los verbos.
Tomo las frutas verdes, el camino más largo,
y, entre nosotros, la palabra del más viejo.

Sé que no sé quién soy. Uno más de vosotros,
que añora y quiere más lo que tiene más lejos.
Sé que es el mejor día el que aún no ha llegado;
y de todas las voces, la mejor, el silencio.

Me pregunto quién soy. Y diría, después
del sueño y los años que sólo soy lo que veo:
caminos que no acaban, el paso del otoño,
el vaivén de una rama que está agitando el viento.






ALTEA

El lugar es el tiempo.
¿No recordáis ciudades, o trozos de ciudades,
prendidos para siempre a un momento
inolvidable? Una
raya de mar, un ángulo de sombra
vegetal, una habitación ajena
e íntima, ese palmo de soledad
que impone el cielo abierto
o un nocturnal tugurio acogedor
recogen la irrecuperable
pasión de lo vivido en ellos;
y tienen, como única seña de identidad,
la fecha que nuestra memoria
les asigna. Y es sólo así que existen.
Y es así, en esta dispersión
de escenarios y máscaras,
que existimos también nosotros.
Y somos, más allá de la conciencia
del ser, y del estar en cualquier parte,
inventario continuo de jornadas.
En este sucesivo devenir
en que consiste el paso del tedio a la alegría,
de la impaciencia a la aflicción
o del sosiego a la locura
-sin pensar que todo es lo mismo-,
ignoramos que sólo somos
una manera de medir el tiempo.





TRENES

Benjamín Palencia: Estación del Norte (1918)
Hay trenes que parten con salvas y adioses.
Mi pueblo no tiene ni trenes ni adioses.

Venía de lejos un río de asfalto.
Mis pasos primeros no vieron asfalto.

Me quedé esperando el tráfico lento
de la carretera, su tráfico lento.

Las suaves cunetas donde iba creciendo
la eterna espiral de los caracoles.

Llegaron las calles con duras aceras.
Nos gustaba el roce gris de las aceras.

Se oía, de noche, el péndulo oscuro
de grillos llamándose en lo más oscuro.

Pusieron farolas con luz de luciérnaga.
Temblaban, eléctricas, las salamanquesas.

Hay trenes dormidos en sus estaciones.
Mi pueblo no tiene trenes ni estaciones.





BODEGÓN

En un lienzo, el paisaje de la vida:
naturaleza muerta;
al fondo, como una ventana abierta,
la horizontal del mar, casi perdida
en la materia gris de líneas rectas
y cuatro nubes casi perfectas.
    En la pequeña mesa,
un frutero y su sombra desplegada
al pie de un alta copa, alta y gruesa
como torre cilíndrica y anclada
al ángulo contrario al de la mar.
    En la madera se hunden anchas franjas,
como rastros de dedos o pinceles
cargados de materia.
                                  Dibujar
el redondo color de las naranjas,
con la luz de sus pieles;
concretar las escamas del pescado
en un plato, no sé
si sucio o sombreado;
definir una punta de un limón;
algo, una mancha roja –no se ve
bien qué es.
                      Quizá es la vida un bodegón
con las fotografías
que la memoria ordena;
¿qué imágenes, qué días
recordamos?, ¿qué luz los encadena?
    Vivir es recordar nuestra existencia,
nombrar las cosas que nos han pasado
y darles cada vez distintos nombres.
Memoria, inteligencia:
sólo palabras; su significado
depende de los tiempos y los hombres.









LOS DESASTRES DE LA GUERRA


Viven la guerra
Como si fuera
Normal.

En sus miradas
Hay telarañas
De sal.

Viven la vida
En su guarida
Animal.

Entre sus manos,
Escarabajos
De cal.

Viven los días
En la agonía
Del mal.

Sus corazones
Tienen montones
De soledad.



Viven la muerte
Como los peces
Sin mar.

Sólo se asustan
Si alguien les busca
la paz.

Viven del frío,
Como el latido
Del metal.

No tienen sueños.
Son los entierros
Su pan.

Los esqueletos
Cuelgan de un tiempo
Sin edad.










A LAS DESALENTADAS AMAPOLAS
Un recuerdo a Miguel Hernández,
en el centenario de su nacimiento.

Dicen que tú lo viste,
que oíste de su boca
los versos más sinceros,
las mejores estrofas
en poemas redondos
en los que, gota a gota,
desangraba su vida,
su muerte y su memoria.

Dicen que tú escuchaste
su voz, como sonora
luz que alumbra el silencio,
hablar de tantas cosas
-sudor, cárceles, barro,
jornaleros, cebollas-
que antes no se escribían
por vulgares o incómodas.

Dicen que tú lo viste
llorando entre las sombras
la muerte de un amigo,
como sólo se llora
cuando es menos la vida
que el dolor que nos colma.

Tú también, como él,
ponías en tu obra
la sangre de tu tierra,
y esas pequeñas cosas
que importaban poco,
que casi nadie nombra
por insignificantes,
por humildes, por toscas.

Si alguna vez lo vuelves
a ver, en vuestra gloria
particular, recuérdale
que todavía brotan,
entre el verde del campo,
año tras año, rojas
como gotas de sangre
que las espigas mojan,
esas desalentadas ,
eternas amapolas.









LA ALHAMBRA


Aquí, donde no ha sido todavía
robada por el tiempo la belleza
de la piedra, que fue palacio un día
y al siguiente, motivo de tristeza.

Donde es música el agua -y cómo suena
a eternidad, a pérdidas, a nada.
Aquí, bajo esta luz clara y serena,
pongo mi caballete y la mirada.

Y dicen mis pinceles lo que quiero,
y no puedo, expresar con el lenguaje
cuando mis ojos ven tanta hermosura.

No sé qué haría si pudiera, pero
acaso la palabra dé una imagen
que no es la que daría mi pintura.









AUTORRETRATO  CON  PALETA


Aquí estoy, este soy; en mi paleta
estaban ya los ocres de esta ancha
llanura, su amarillo, y una veta
del azul de los cielos de la Mancha.

Los verdes de las vides y arboledas
que van surgiendo junto a los caminos;
los pardos, de lejanas alamedas,
y un rojo profundo, el de nuestros vinos.

Estaban ya también los rojos vivos
de amapolas que adornan los trigales,
y los grises: el gris de los olivos
y el gris de las choperas otoñales.

De vez en cuando, echo atrás la vista
y miro mi pasado. Y a mi mente
vuelven los años en que, más que artista,
quería ser… no sé qué exactamente.

Éste soy, éste he sido: un vagabundo
del arte, acaso nadie, nadie más
que un hombre que salió a pintar el mundo
llevando los colores de Barrax.