POEMAS, RESEÑAS DE LIBROS DE POESÍA, TRADUCCIONES, HAIKU.

sábado, 26 de enero de 2013

MANUEL PINILLOS V


 Quinta y última entrega que dedicamos al poeta de Zaragoza. Y lo hacemos con su único poema en prosa, perteneciente, como Solamente hay dos razas, que publicábamos el pasado 11 de noviembre, a su libro de 1966 Viento y Marea, sin duda el más comprometido, y acaso el mejor.



POETA-EMPLEADO

A un “vivo” que remueve muertos


Hace tiempo que debías haber empezado tu personal limpieza, pues puede que todo provenga del oscuro tiempo prenatal, los nueve meses de almacenar una escasa materia aprovechable. ¿Por qué, si no, ese derramar humedades por los ojos cobradas a tanto la pieza? ¿De dónde viene, más que de antiguas insuficiencias, esa horrible afición a hablar de la desgracia ajena montado en tren de lujo y corriendo hacia el banquete?
Bajo tu torso late un activo motor, muy funcional, que da la hora de estar siendo. Pero emocionalmente no es aquello mucho más que un carámbano que flota en el mar del vacío.
Brotan por doquier ayes, explotan regiones, yacen infinitas hambres en confusos montones, las familias borrosas de países enteros sucumben bajo su justificado miedo pero tú plácidamente te remontas a las nubes, y en todo caso escribes ásperos versos de adhesión a la ligera, o depositas un frívolo suspiro fingido sobre el pecho de un cualquier esqueleto de entre la pirámide de habituales víctimas; y te irás más tarde a tu cita en la feria de atracciones, donde podrás mostrar tu habilidad en el disparo tirando al blanco sobre ramos de petunias. Por ver si puedes arrancar el premio de la mariposa multicolor, o el sobre con sorpresa que puede ser un montoncito de billetes efectivos. (Al mismo ritmo de cada disparo, allá, en un pueblo mísero asiático, agonizan doscientos mil famélicos seres, aplastados por su hueso desvestido o algún hachazo de metralla).
Sería necesario, sería eficaz que bebieras en el hueco vaso de ese muerto de inanición, en el corazón atropellado de ese grupo de harapientos, en el latido escaso de aquellos fraternos parias que son empujados a punta de bayoneta en los cinco continentes, para que tus perfectísimas palabras de ladrón de emociones adquieran un saludable significado. Sería muy limpio, sería absolutamente edificante, en el mismo grado que previsible, que fueras por cierto tiempo el triste despojo del que te haces procurador en ciertos días de belleza estrictamente ornamental, cuando colocas medallones de hojas de muérdago sobre el débil hombre que agoniza estupefacto entre el diluvio y el desempleo. Sería muy lógico que si hablas de miserias estuvieras emparentado con una verdadera miseria, esa que en tus hombros se apoyase.
¡Mucho me temo que sigas hasta el fin llorando con la lágrima de otro, con la lágrima robada en ajenos ojos apartados; que no conozcas jamás qué es el sollozar por puro terror ante el silencio de tantas puertas cerradas. ¡Mucho me temo que como un hábil artista del comercio, fincado y sucesivo, sigas alimentado tu palabra en el plato donde se da el sufrir ajeno su atracón de desfallecimiento cotidiano y sin apoyo, mientras todo eso lo masticas como a través de una música de fiesta! Parigual al antropófago que mueve su danza en torno  a la carne –tostada a la brasa y humeando muerte odiosa- del semejante a quien va a devorar cuando el tambor cese, en el insaciable día de la selva que entre todos replantamos hora a hora. Mientras en el aire que nos dice tantas cosas comienzan a presentirse las primeras ráfagas de aromas enormes, muy gemelos al advenimiento de un estío que no muera.