POEMAS, RESEÑAS DE LIBROS DE POESÍA, TRADUCCIONES, HAIKU.

sábado, 21 de febrero de 2015

LAS RAMAS DEL AZAR. RESEÑA PUBLICADA EN "VÍSPERAS"

LAS RAMAS DEL AZAR
Constantino Molina Monteagudo
Rialp Ediciones, 2015,
Premio Adonáis, 2014

Con Las ramas del azar, Constantino Molina Monteagudo ha obtenido el último Premio Adonáis, sin duda, uno de los más prestigiosos, tradicionales y codiciados que existen en la poesía española, si no el más. Se convierte así en el cuarto albaceteño que lo consigue -tras Juan Carlos Marset, Luis Martínez-Falero y Rubén Martín-, y el segundo en los últimos cinco años (Rubén Martín lo logró en 2009), confirmando así el excelente estado de la poesía de esta ciudad manchega en los últimos tiempos y muy especialmente en lo que llevamos de siglo, pues, junto a los citados, son varios más los autores que han obtenido otros premios importantes, y numerosos e importantes los eventos poéticos desarrollados en Albacete en esta etapa.
            Como es habitual en los poetas que ganan el Adonáis, hasta que lo ganan, Constantino Molina es un poeta desconocido en el escenario nacional y prácticamente inédito. Nacido en la localidad de Pozo Lorente (Albacete) hace 29 años, dejó sin terminar estudios de Humanidades en la Universidad de Castilla-La Mancha y, hasta ahora, sólo había publicado poemas en revistas, como Barcarola o La Galla Ciencia,  y en antologías colectivas, como el Llano en llamas (Fractal, 2011) o Tenían veinte años y estaban locos (La bella Varsovia, 2011).  Obtuvo el “Premio Jóvenes Artistas de Castilla-La Mancha” en 2011, y el “Premio de Poesía Joven Ciudad de Albacete” en 2012.
            Como suele suceder también con muchos de los libros que ganan el Adonáis, a pesar de estar escritos en edades bastante tempranas, Las ramas del azar es una colección de poemas maduros, bien pensados, bien trabajados, bien ordenados y bien acabados, componiendo un conjunto homogéneo y armónico. De inmediato, se advierte en ellos, como no puede ser de otro modo, un hondo conocimiento de todos los palos de la tradición poética española, un necesario equipaje cultural, una extraordinaria sensibilidad y mucho oficio.
            El libro abre con dos citas tan dispares como pertinentes: la primera, de San Juan de la Cruz, es en realidad su traducción en romance del segundo versículo del salmo 136, “Super flumina Babylonis” (“Sobre los ríos de Babilonia), que, por otra parte, ha dado lugar a infinidad de versiones musicales a lo largo de la historia. La segunda, más filosófica, pertenece a la novela del escritor valenciano Alfons Cervera Esas vidas. Ambas citas se funden para conformar el título y la idea del libro, que son también los del poema de la página 39, significativo, transparente, contundente y uno de los más sobresalientes de la colección. En demasiadas ocasiones un libro toma el título de uno de los poemas que contiene, bien porque el título es sonoro o sugerente, o las dos cosas, bien porque el poema es el mejor o de los mejores del libro; en pocas, muy pocas ocasiones, sin embargo, ese poema, además, sintetiza la diversidad de temas e ideas expuestos en el resto de poemas, o resume la intención y el proyecto que el autor desea plantear. En este caso, sí: la lectura del poema “Las ramas del azar” nos vale para tener una imagen acertada de lo que nos vamos a encontrar en el resto de la serie. La indagación en el tópico clásico pero siempre actual, imprescindible, de la fugacidad del tiempo y la belleza en que se funda el poema, aparece también, sólo dos páginas después, en “La arquitectura efímera del tiempo”
            Ya los tres primeros textos muestran claramente la madurez a que hacemos referencia arriba, especialmente en el difícil, pero excelentemente resuelto, “El corazón del mármol”, sobre la escultura de tema mitológico, clásico y ya universal, El rapto de Proserpina, de Bernini. Sorprende entonces, al pasar la página, encontrarse con un espléndido “Elogio del llano”, de interés meramente personal y comarcal, que nos recuerda al Claudio Rodríguez de siempre, para continuar con el breve pero eficaz metapoema “Respiración”, que firmarían sin titubeos un Siles o un Corredor-Matheos; y otra vez volver poco después, en “Esta música”, y con la excusa del aria clásica de Monteverdi Si dolce è il tormento, a lo excelso, a lo que tiene vocación de universal y eterno. Y, así, van intercalándose, siempre con el mismo gusto y bajo el mismo tono moderado pero emotivo y un lenguaje directo y preciso, casi pedagógico, composiciones de asuntos y pretensiones variadas, alternando lo de índole más particular e intrascendente con lo más elevado y global.
            Del conjunto, ya uniforme dentro de su altura, hemos de destacar, no obstante, aparte de los ya citados, por su diversa singularidad, “Estalactitas”, “Correspondencias con un fraile” (otra vez San Juan de la Cruz), “Don de la inocencia”, “Luciérnagas”, “Nubes en la tormenta”, “Apreciación” y “Exilios”, cuya inspiración y perfecta hechura hacen muy difícil para su autor superar esta entrega, si no es inventando otras formas y otra voz, ya que con éstas lo ha dicho casi todo.

Valentín Carcelén,
10 de febrero de 2015.


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